Ruta por la serranía conquense

Salir de ruta con una estrella de la televisión no es cosa de todos los días… Después de ver a Angel BG en el telediario de la 1 – y no en la sección de sucesos, por cierto-, le llamé para ver cómo había sido la experiencia. Me comentó que le habían pillado por la calle de camino al hospital donde iba a someterse a una operación “de poca importancia” (eso dicen todos los tipos duros). Me dio algunos detalles del trance, pero tardó poco la conversación en girar a lo de siempre: Fijar una nueva fecha de ruta. Así que un par de días después volvíamos a las andadas. El, con una cicatriz tapada por una venda, y yo, con unas ganas locas de parranda, quedamos cerca de Sacedón, en esa carretera motera por excelencia. Pero nuestro destino era Albalate de las Nogueras, ya en la provincia de Cuenca.

La ruta era una vieja conocida de Angel, aunque tan vieja que sólo gracias a las indicaciones de su GPS pudimos completarla. Yo, que nunca había rodado por la serranía conquense, quedé gratamente impresionado. Gran parte de sus 120 km (eran más pero Angel decidió cortar un tramo para volver pronto a los coches) discurren por montañas de gran desnivel -partimos de 800 metros de altitud y llegamos a rozar los 1400m- en varias ocasiones. Cubiertas de pinos, abetos, olmos, y olivos, ofrecían unas vistas impresionantes ensalzadas por unas nubes blancas a baja altura que a veces quedaban por debajo de los picos.
El recorrido, por otra parte, era escasamente técnico –sólo puse una vez el 4x4 y más que nada para comprobar que sigue funcionando- pero el colorido de los paisajes, la vista de grandes cañones y profundas gargantas y la siempre grata compañía de Angel hicieron que realmente valieran la pena los 400 km que tenía que hacer con el coche para conocer esta zona de España a lomos de mi súper kinquadquad (toma nota, Josee ).

De Albalate fuimos a Priego pasando por el Barrio de la Ermita. De allí a Cañamares y tras dos grandes bucles nos colocamos con más hambre que el perro de un ciego en Fresneda de la Sierra. En esa pequeña población y en un diminuto bareto de la plaza nos despachamos unos huevos fritos con chorizo que nos supieron a gloria y un tomate de la huerta sabiamente aderezado por la lugareña que casi nos hizo saltar las lágrimas. Todo ello rehogado con un vino joven con gaseosa –por aquello de volver a casa sin problemas-.

Sobre las cuatro de la tarde reemprendimos la vuelta y Angel se vio sorprendido por la prontitud con la que estábamos llegando a los coches (esta parte de la ruta era rápida y nuestros quads parecían pedir vidilla tras un tranquilo y relajante día de ecoturismo). Eso hizo que nos desviáramos del plan previsto para acabar metiéndonos en un impresionante cañón donde las rapaces flirteaban con nosotros volando en círculos sobre nuestras cabezas. Flipamos un rato con aquello, Angel se fumó unos pitillitos y después de un poco de cháchara, ya sobre las siete de la tarde, llevamos nuestros quads sobre los remolques. Habíamos recibido una nueva dosis de esa medicina tan recomendable para convivir con la crisis como es montar en quad con un buen amigo y pasar el día entre las montañas. Ya estoy soñando con una nueva pildorita….

Crónica y fotos de Carlosio1001, publicada por Josee