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Mundorutas en los Pirineos aragoneses y navarros

Publicado por BOWIE

Contribución de: mundorutas

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De nuevo Mundorutas nos presenta sus últimas aventuras. En esta ocasión nos relatan su paso por los Pirineos aragoneses y navarros.

Por tierras de cristianos, montañas y castillos

Para Josee, tras rutear por media España, constituía un viejo anhelo. Para Jaime y para mí, con menos kilómetros sobre nuestra geografía, un gran desafío. Así que planificar una ruta por los Pirineos planteaba suficientes alicientes como para dedicarle unos días para estudiarla. No teníamos claro que fuera a nevar, así que en previsión de que lo hiciera fijamos nuestra base de operaciones en el Valle de Berdún, en cotas por debajo de los 1.000 metros. Y, a diferencia de otras ocasiones y siguiendo el mismo planteamiento de la última megarruta de verano por el Condado de Los Oscos (Asturias limítrofe con Galicia), alquilamos una casa rural en Santa Cilia de donde partiríamos y regresaríamos a diario. Esto resta algo de espíritu aventurero a las rutas de larga duración, pero facilita muchísimo la logística y, ¡que cóño!, hace más cómoda la vida del quadtrero.

En fin, con esta premisa de partida, y previa convocatoria en mundorrutas.com, teníamos que dibujar cuatro rutas, cada una de ellas rumbo a los cuatro puntos cardinales. Josee y Jaime pintaron dos hacia el norte, y yo otras dos hacia el sur. Las fechas, del 14 al 18 de enero, y por todo equipaje, ropa de invierno y algo de comida para los desayunos y el aperitivo de media mañana. Y por supuesto, muchas ganas de pasarlo bien. Para que se alinearan los astros, ya sólo faltaba que el tiempo acompañara y la verdad es que no pudo ser mejor. A poco de volver los termómetros se despeñaban en los Pirineos con 10 y 15 grados bajo cero entre negros nubarrones, pero nosotros disfrutamos de un tiempo primaveral con cielos despejados los cuatro días de ruta… ¡Los hados estaban de nuestra parte!

Primera etapa. Santa Cilia – Ayerbe- Santa Cilia (240 kilómetros).

Llegamos un viernes por la tarde a Santa Cilia, a unos escasos 12 kilómetros de Jaca. Descargamos, nos acomodamos en la casa que habíamos alquilado (¡garaje incluido para los quads!), nos fuimos a cenar y volvimos pronto con idea de madrugar, lo justo, para inaugurar la megarruta Pirineos 2011 rumbo al sureste. Esa primera etapa la había pintado yo y tenía especial interés en ella porque pasaba por los Mallos de Riglos y el Castillo de Loarre, dos obras maestras de la arquitectura, una del hombre y otra de la naturaleza. Sin embargo, no todo fue de color de rosa en este primer día. A poco de iniciar la marcha, a eso de las 9.30 horas, el track marcado en nuestros GPS se internaba en una pista rota y prácticamente devorada por la vegetación, lo que nos hizo volver sobre nuestros pasos y pisar carretera para enlazar con el track más adelante. Pero de nuevo, el infortunio nos acompañaba, esta vez en forma de cazadores. Justo en el punto donde debíamos incorporarnos al track, nos los encontramos. El camino era público, estaba abierto y en muy buenas condiciones. Sin embargo, uno de ellos, de no muy buenas maneras nos conminó a volver al asfalto. Reconozco que aquello me sentó mal, muy mal. No me gusta ir por lo negro en quad y según recordaba la ruta al pintarla en el ordenador, nos estábamos perdiendo una auténtica “delicatesen”…. Pero bueno, también disfrutamos en esos kilómetros de carretera de buenos paisajes. Al retomar el track nos encontramos con un largo canal de agua al que acompañamos por una vía forestal hasta prácticamente el embalse de La Peña. Poco antes habíamos pasado por una aldea de montaña abandonada y colonizada por unos jóvenes okupas que se habían asentado allí dispuestos a emprender una nueva vida en contacto con la naturaleza y lejos del mundanal ruido. Estuvimos un rato de cháchara con ellos, nos contaron lo que habían hecho en el año que llevaban allí y los talleres que organizaban –como uno de autohipnosis-. Y la verdad es que flipamos con esa colonia multicultural de chavales y no tan chavales venidos de Barcelona, Rumanía, Alemania, Francia… y unidos por el mismo concepto de vida. Aquel día hacía bueno, pero nos imaginamos cómo debían pasar los rigores del invierno prepirenáico… Supongo que con grandes dosis de esa “autohipnosis” que nos comentaban.

Si la mañana nos había dejado una sensación agridulce al no poder seguir la ruta marcada, la tarde nos compensó con creces, por no hablar de la noche. Una vez sobre el track llegamos a Ayerbe con la gasolina justita. Allí repostamos combustible para nuestros quads y para nuestros estómagos que ya empezaban a rugir como nuestras máquinas. Y tras una breve sobremesa nos pusimos en marcha dirigiéndonos hacia la guinda de la jornada: Los Mallos de Riglos. Angel BG ya me había aconsejado pasar por ellos (estuvo a punto de venir a la ruta y esta era la zona donde él debía pintar su track). Primero pasamos por el Castillo de Loarre, una alucinante fortificación medieval asentada sobre un promontorio con unas vistas privilegiadas. Aquello sí que nos tuvo hipnotizados durante un rato. Su sola contemplación merecía los más de 140 kilómetros que llevábamos a nuestras espaldas. Pero lo mejor estaba por llegar. A escasos kilómetros de allí, y circulando por una pista que escalaba una montaña llegamos al Mirador de los Buitres, en lo alto de los Mallos de Riglos. Si lo del castillo había sido la leche, esto era para llorar de emoción. En esta tierra donde aguerridos cristianos defendieron la península del infiel con cientos de fortificaciones sobre cada prominencia del terreno, la naturaleza había creado el mayor de los castillos sobre unas paredes de piedra descomunales. Y nosotros estábamos allí, sobre sus almenas… Experiencias así hacen único el turismo a lomos de un ATV…

Y ahí no se acabó todo. La vuelta a casa fue todo un regalo. Primero por el track, que se internaba en un rocoso y estrecho valle que nos ofrecía singulares instantáneas visuales. Luego llegó la noche con la siempre sugerente ruta nocturna. A la oscuridad se sumó la intriga de un camino que poco a poco se iba desdibujando. La pista se encontraba cada vez más rota y sólo gracias a nuestros GPS podíamos seguir su rastro. Reconozco, que yo que guiaba y había pintado el track, sentí cierta inquietud. No las tenía todas conmigo. Volver sobre nuestros pasos no habría sido tan fácil. Tuvimos que enfrentarnos a alguna que otra trialera -¿verdad Jaime?- vadeamos un riachuelo unas cuantas veces y todo aquello inmersos en un oscuro valle valiéndonos únicamente de la luz que arrojaban los faros de nuestros quads.

Pero todo salió bien. Bueno, medio bien porque al final, ya en “terreno abierto” dimos con un sendero que cortaba una valla y tuvimos que improvisar dejando el track y tomando la carretera hasta Santa Cilia adonde llegamos rozando las 10 de la noche algo cansados. Tras la pertinente ducha nos fuimos en coche a Jaca donde comentamos la jugada al abrigo de ricas viandas y frías cervezas.

Segunda etapa. Santa Cilia – Urzainqui – Santa Cilia. (180,5 km).

Rozando las 9 de la mañana ya estábamos de nuevo sobre nuestras monturas. Esta vez guiaba Jose y nos dirigíamos hacia el noroeste, al Pirineo navarro. La ruta arrancaba con buen pie. Pasamos por Santa Engracia, de ahí a Biniés y de Biniés a Berdún. No recuerdo bien a la salida de cuál de estos pequeños municipios la ruta nos premiaba con una vista insólita: Decenas de buitres posados sobre un peñasco que emprendían el vuelo en una preciosa danza sobre nuestras cabezas.

De Berdún, el pueblecito que da el nombre al enorme valle donde nos alojábamos, dirigimos nuestros pasos por un espectacular camino que circulaba por la cuerda de la montaña a Fago, otro bonito pueblo conocido por el “magnicidio” de su alcalde. Una historia negra que no hacía sino sumar encanto a nuestra ruta. De ahí fuimos a parar a Salvatierra de Esca y de allí a Burgi. Pero si bien en la primera jornada pisamos poco asfalto, ahora que circulábamos a los pies de los verdaderos Pirineos nos encontramos muchos caminos prohibidos y cerrados. Una lástima, como nos comentó una buena mujer de la zona:”Estamos indignados con esa manía del cerrarlo todo en pro de una supuesta defensa de la ecología. Nosotros en nuestro pueblo ya hemos pedido que abran los caminos de nuevo porque es la manera de atraer al turismo. Se ve que los políticos de Madrid, encerrados en sus ministerios, no saben qué ocurre en nuestras tierras. Nosotros ya nos ocupamos de cuidarlas, que nos dejen vivir y aprovechar todos sus recursos porque para nosotros, turismo respetuoso como el vuestro nos da la vida”. Y la verdad es que así es. Un poco más delante, ya en Vidango, provincia de Pamplona, y adonde por supuesto llegamos por carretera, nos dijeron que por 60 euros se podían conseguir permisos para circular por las pistas de su término municipal. ¡Bonita manera de sacarte los cuartos en pro del medioambiente. Cómo si ya no pagáramos suficientes impuestos para el cuidado de los caminos!

Llegando a Roncal, nos encontramos con otra sorpresa. A su entrada hay un precioso cementerio donde se encuentra el mausoleo panteón realizado por el famoso escultor Mariano Benlliure para el no menos famoso tenor español Julián Gayarre (esto, como no, lo saco de la wikipedia). A nosotros nos llamó la atención porque en un panel informativo aparecían los antiguos billetes de 500 pesetas con el rostro de este artista que por lo visto nació en Roncal a finales del siglo XIX y comenzó su andadura en el “bel canto” siendo pastor.

Bueno, citas culturales aparte, en Roncal, y tras repostar en la gasolinera de Urzainqui, nos metimos entre pecho y espalda unos revueltos de setas y espárragos trigueros, unos churrascos –Jose y yo- y Jaime una doradita a la sal, que nos supieron a gloria. A partir de ahí, y tras haber cubierto 105 km, restaban otros 75 para volver a santa Cilia. Mucho de ellos tuvieron que cubrirse por carretera, aunque de nuevo lo espectacular de las vistas quitaron importancia a la manera de desplazarse. Además, Jose nos tenía preparada una agradable sorpresa con un camino que hacía un bucle sobre una montaña y que afrontamos ya de noche. Lo que ganamos en emoción quizá lo perdimos en vistas porque subía y rodeaba una loma que nos llevó de los 740 metros de altura a los 1140 y seguro que desde ahí arriba se podría divisar media provincia…. Pero no se puede tener todo.
El resto track nos llevó a casa por caminos divertidos llegando a Santa Cilia por el norte.

Tercera etapa. Santa Cilia –Luesia-Santa Cilia. (223 km).

Tras haber cenado la noche anterior en un italiano de Jaca regentado por brasileñas con fotos un tanto extrañas –recreaciones pictóricas de piedras “peniformes”, de esculturas en metal de parejas fornicantes y otras imágenes que no acertamos a comprender- y haber dormido unas cuantas horas, nos tocaba volver al sur. De nuevo guiaba yo, pero esta vez tiraríamos hacia el oeste. Si bien al pintar la ruta no había encontrado lugares especialmente interesantes, al circular por el track descubrimos un rutón que tenía de todo. Todas las rutas estuvieron a gran nivel, pero quizá fue esta la que más nos gustó. A la calidad de los caminos, se unían unas vistas de quitar el hipo y la siempre deseada continuidad de track. Es decir, que no haya que andar improvisando al dar con caminos desaparecidos, cortados o cerrados por cazadores o prohibiciones. Esta vez, sí, el track salió redondo y lo poco en que hubo que improvisar, lo mejoró. Partimos de Santa Cilia, llegamos a Puente de La Reina para repostar y de ahí, rumbo oeste hacia el embalse de Yesa.

Primero rodamos por una G.R. que nos llevaba de unos pueblos a otros a primera hora de la mañana bajo una agradable luz amarillenta que realzaba nuestras fotos. Al llegar al embalse circulamos por una pista sobre la que parece que van a hacer una carretera. Eso será más adelante porque ahora es sólo una vía ancha muy enfangada y muy divertida para el quad. Allí dimos cuenta de un aperitivo mañanero que nos vino muy bien para poder cubrir otros 100 km por pistas hasta Luesia. Por el camino subimos montañas, entramos en valles y alternamos pistas claras sobre tierras de cultivo con otras estrechas, sinuosas y rotas. Vamos, el salpicón quadtrero por excelencia. Por el recorrido vimos un montón de aldeas ubicadas en lo alto de pequeñas lomas disperdigadas en gigantes valles, castillos y Ermitas solitarias y pequeñas construcciones de piedra centenarias ya abandonadas que hacen del Alto Aragón y la Baja Navarra una zona de ensueño para el turista aventurero.

 

Ya con las tripas “crujiendo” y los quads sedientos llegamos a Luesia. Allí se encontraba la única gasolinera de la zona que, aunque pertenece a una cooperativa de agricultores, permite el repostaje a particulares. Como era tarde “sólo” pudimos comernos unos bocatas de tortilla de chorizo que realmente nos supieron a gloria sentados al sol en una pequeña terraza de un bar y disfrutando de una buena jarra de cerveza bien fría. Saciada el hambre reemprendimos la marcha hacia uno de los lugares más espectaculares de la megarruta, el Barranco de Valdiguara. Hasta allí llegamos por una pista que nos obsequiaba con impresionantes vistas del paisaje. Pero ninguna de ellas como las que disfrutamos al llegar a lo alto del barranco. En un pico donde había una estación de radio militar nuestra mirada alcanzaba decenas de kilómetros a la redonda. Por un lado, los puntiagudos Mallos, hacia otro, los nevados Pirineos, y en medio verdes montañas y pedregosos valles cubiertos en algunos puntos por una fina niebla que realzaba su encanto. En fin, todo un festín para nuestros ojos que nos mantuvo embriagados durante un buen rato.

Con la resaca de aquellas vistas tomamos camino hacia Biel por una pista que tenía una inclinación casi de reductora, a través de otro profundo barranco... Otra perlita de la megarruta que queda para el recuerdo. Al llegar abajo nuestros GPS nos encaminaron a Lungás, adonde llegamos ya de noche. Desde allí tomamos una rápida y divertida pista en la que descargamos un montón de adrenalina hasta llegar a la carretera que debía llevarnos primero a Bailo y después, tras tomar otro camino, a Santa Cilia. Al llegar nuestras caras lucían una enorme sonrisa. La jornada había sido inmejorable.

Cuarta Etapa. Santa Cilia – Longás- Santa Cilia (86,9 km).

Las dificultades para rodar fuera de carretera por el norte de los Pirineos de la segunda etapa hizo que nos replanteáramos la ruta que cerraba nuestro periplo por los Pirineos que en principio iba a ir por el N.E. y pasó a rumbo S.E. Jaime la pintó la noche anterior por la zona que más nos había gustado pero tratando de no repetir pistas. Y la verdad es que lo bordó. Con la idea de regresar a comer para volver cada uno a sus respectivas casas, el recorrido no podía ser muy largo, pero sí fue intenso. El track escondía pistas variadas que transitaban por montañas cubiertas de vegetación que por momentos permitían disfrutar de vistas increíbles….

La verdad es que en esta megarruta íbamos preparados para la nieve y sólo la vimos en las cimas de las inabordables cumbres pirenaicas. No pudimos pisarla, pero tampoco la echamos de menos unos kilómetros más abajo, al sur del Canal de Berdúm. A cambio disfrutamos de un clima casi primaveral, de la majestuosidad de los Mallos de Riglos, de paisajes maravillosos, de pistas variadas y perfectas para nuestros quads, de entrañables aldeas de casas de piedra y de la arquitectura centenaria de sus fortificaciones, iglesias y solitarias ermitas... Y por qué no decirlo, de grata compañía y la gastronomía local. Vamos, un combinado difícil de igualar si a esto añadimos que ningún incidente empañó nuestra súper megarrurta.

Crónica de Carlosio 1001 publicada por Josee

Asistentes:
Jaime KQ 700
Josee Honda Rincon 650
Carlosio1001 KQ 700

Ficha de megarruta:
-Recorrido: 730,5 km.
-Ubicación de Partida: Santa Cilia.
-Duración: 4 días.
-Fechas: 15-18 enero 2011.